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01 octubre 2006

La agorafobia puede enfrentarse

El tema volvió a formar parte de la agenda mediática hace unas semanas, luego del último gran caso de fobia al mundo exterior (llamado también agorafobia) descubierto en Italia: una mujer de 56 años -que fue dada a conocer como Carmela- pasó 26 años encerrada en su casa, por miedo a contagiarse de bacterias y gérmenes. Luego, fue encontrada en un aspecto deplorable: pesaba sólo 30 kilos y tenía una melena larguísima.
En Japón, por ejemplo, las fobias sociales son tan usuales que devinieron en prácticas sociales casi institucionalizadas: el hikikomori ("aislamiento" o "inhibición" en lengua nipona) es usual entre jóvenes que se niegan a salir de sus habitaciones y amenazan con suicidarse si se les quiere brindar ayuda. La agorafobia se traduce principalmente como el miedo a ser avergonzado en público, a estar sólo en grandes lugares o frente a multitudes y en casos extremos, y quien la padece puede llegar a no querer salir de su casa bajo ningún concepto. Pero, ¿cómo y por qué se desencadenan estas fobias que aíslan a las personas de sus roles sociales?
"La agorafobia es el miedo a los espacios abiertos y, como todas las fobias, está vinculada con trastornos de ansiedad. En muchos casos, hay factores genéticos que la determinan, pero también las hay adquiridas: muchas están ligadas al nacimiento y a las experiencias de los primeros años de vida", explica Eduardo Benítez, médico psiquiatra del Hospital Borda. Para el psiquiatra y psicoanalista Víctor Filippi, "las fobias sociales pueden objetivizarse en animales o en insectos (tal el caso de Carmela) porque la tensión se fijó en ellos al momento de recibir un trauma emocional muy grande. Ese bichito o animal que está presente en el momento del trauma aparece luego como un símbolo de él. Lo que está ocurriendo en realidad es un desplazamiento del problema". Sigue: "Los animales y los insectos tienen la capacidad de hacer las cosas sin que se las pidamos. Actúan sin decir 'por favor' y nos dejan en una posición totalmente pasiva. No respetan ningún pedido. Esa cualidad puede trasladarse a una actitud humana traumática. Por ejemplo: una mamá que critica sin que uno se lo pida".
¿Qué tienen con común los hikikomoris con casos como el de Carmela? Si bien las historias son diferentes y las fobias se objetivizan de manera distinta, el causante de la enfermedad en la mayoría de los casos es similar. "Por lo general, los pacientes con este tipo de fobias ven el mundo exterior como un mundo en el que se les va a pedir cosas a las que ellos no pueden responder. Temen ser agredidos a cada rato por el mundo externo y no poder responder a las órdenes que este mundo genera", aclara Filippi. "Las fobias sociales no se pueden nuclear, porque cada paciente es diferente y no todas son iguales, pero sí pueden compararse: radica en todas ellas un miedo atroz a ser objeto de un dominio o una voluntad exterior muy fuerte".
¿Pueden curarse fobias como ésta? Benítez afirma que los tratamientos son muy efectivos: "Con una intervención de un médico psiquiatra y buen apoyo psicoterapéutico, los tratamientos hasta pueden ser muy cortos. Lo importante, como en todos los casos, será erradicar el trauma de base".

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